Escribo buscando equilibrio. No la clase de equilibrio que algunos de ustedes piensan que necesito (y que sutilmente –y no tan sutilmente- me sugieren). Equilibrio literal. Pongo un pie detrás del otro intentando no caerme.
¿Recuerdan cuando intenté escribir mientras caminaba en la cinta y no funcionó porque mi letra parecía patas de araña? Bueno, ayer descubrí esto y decidí probarlo.
Desde hace unas semanas venía postergando la corrección de doce documentos para un cliente. Necesitaban pequeños cambios, pero que exigían mi concentración. Hasta hoy no había tenido ganas tiempo de hacerlos.
Gracias a mi precario nuevo treadmill desk, hoy entregué los doce PDFs. Y sólo me llevó dos kilómetros terminarlos.
No les puedo explicar lo divertido que es. Si esto resulta no voy a dudar en comprar esto.
Volviendo al equilibrio. Ahora que este desafío se va terminando es hora de un balance. Veamos uno a uno los objetivos que me había propuesto. ¿Me acompañan?
En porcentajes arbitrarios
.
Mantener la calma incluso en situaciones estresantes: 62%.
Hubo días que me podrían haber sacado de quicio, sin embargo logré mantener la calma. Aparte, mi hija menor (dos años y medio) está en plena etapa en la que todo es NO. Ya saben, pueden saber cuándo un niño está pasando esa época porque la madre anda con los cables pelados. En estos días comprobé que lo que aconsejan las abuelas los expertos, es cierto: contar hasta diez y respirar profundo evita suaviza el grito.
Comer saludablemente: 81%
Este tema, que podría parecer terriblemente terrenal (erre con erre guitarra) es el que me ha otorgado más satisfacciones espirituales. Sentirme bien físicamente me ha ayudado inmensamente en mi rujaniut. Desde la mañana a la noche he sentido la diferencia en mi predisposición hacia la vida. Un saco de papas tirado en un sillón no puede ser un buen oved Hashem.
Reforzar mi emuná: 48%
Lo he contado aquí. Tuve siata dishamaia en todo, o mejor dicho, la pude ver y apreciar.
He pensado mucho en el tema y hay algo que empiezo a vislumbrar. Una idea que va apareciendo por el horizonte: muchas veces impedimos que nuestra emuná crezca por problemas de autoestima -un psicólogo por ahí, por favor- así que un punto por donde empezar a trabajar ese tema podría ser reforzar la emuná… en nosotros mismos. ¿Cómo queremos que Hashem nos ayude si nosotros con nuestros «no puedo» ponemos un palo en lar rueda y ni empezamos a buscar lo que queremos?
Ay! No tendría que haber dicho esto. Ahora se me van a tirar encima.
Compartir momentos significativos con mi familia: 27%
No tuve muchos avances. En general, la semanas se pasaron entre una obligación, la otra y este diario. Mis hijos tienen una madre que ha establecido pequeños ritos a lo largo de los años (ahora hablo de mí en tercera persona ¿quién soy? ¿Maradona?). Una brajá al despedirlos cuando se van a estudiar, saludarlos desde la ventana cuando salen al colegio, estar en casa cuando regresan, y si bien todos se han mantenido, me hubiese gustado pasar tiempo con cada uno por separado.
Eso sí,. Momentos significativos con ustedes –que de alguna manera son familia- tuve a montones (las remito a los comentarios, donde se dicen cosas mucho más interesantes que por aquí).
Hacer ejercicio físico: 89%
¿Qué puedo decir? La cinta caminadora dejó de ser un perchero y se convirtió en un escritorio de trabajo. Si eso no es la teshuvá de una cinta ¿la teshuvá dónde está?
Eso es todo por hoy, muy linda la caminata, pero necesito sentarme un rato. Mañana, bli neder, la segunda parte.
Me despido con una pequeña tefilá llegando a los siete kilómetros del recorrido: Hashem, no me permitas caer. En todo sentido lo digo.
Deja un comentario